Ella le mira a los ojos, con la respiración agitada. Él se abalanza hacia ella y la besa mientras nota como su pene se endurece bajo el pantalón. Ella responde a su beso y nota su erección. Él recorre ese deseado cuerpo con sus manos. Ella acaricia su miembro duro por encima del pantalón y nota como, a la vez, su vagina se estremece. Y acompañados de pequeños sonidos de placer, con rapidez e intensidad se desnudan y se sienten con pasión.
La pasión se siente, hace perder la cabeza, descontrolar y desear con tantas fuerzas que nada más importa.
La pasión no se busca, surge. Y cuando surge es inevitable. Aunque, ¿quién querría evitarla?
La pasión no entiende de explicaciones ni motivos. No se puede buscar un por qué o un quién. Simplemente pasa y no queda más que disfrutar de esa maravillosa sensación.
La pasión engancha porque es un subidón de dopamina y norepinefrina, neurotransmisores del cerebro que producen, entre otras, sensación de euforia. La dopamina, además, aumenta el nivel de testosterona, la hormona del deseo sexual.
Dicen que el frenesí inicial en una pareja dura generalmente de 12 a 18 meses. Con la rutina, el amor se convierte en algo más sereno, tranquilo, cariñoso, cómplice. Sea como sea, no debería perderse el deseo. Quizás será difícil conseguir ese nivel de pasión salvaje inicial, pero sí se ha de trabajar por mantener vivo el interés sexual en la propia pareja.
La pasión se define, entre otras acepciones, como perturbación o afecto desordenado del ánimo. Todos deberíamos desordenarnos en algún momento de la vida, sería una lástima no llegar a vivir nunca ese deseo incontrolable. Porque la pasión es sentir y sentir es vivir. Ergo, pasión es vida. ¡Perturbémonos!
Viva la pasión! 😉
Viva! 🙂
Es cierto que provoca una locura exquisita, te olvidas de todo y todos, hasta de ti misma cuando te envuelve esa pasión arrolladora. Lástima que no sea eterna!
Sahra! Un placer verte por aquí. Y gracias por tu comentario. Qué sensación más buena provoca la pasión, verdad? 😉