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¿Os habéis hecho propósitos de año nuevo? ¿Qué os parecería que uno de ellos fuera tener un amante? No sirve cualquiera para un papel destacado en vuestra sexualidad. Yo recomendaría que fuera una persona imaginativa y creativa. Que sepa escuchar, cada persona es particular en sus gustos, y que sea flexible, para adaptarse. Claro en lo que busca y en lo que da. No juzga, no valora. Sin prejuicios, está dispuesto a probar cosas nuevas. Habla, pide y comunica lo que le gusta. Ha de saber dar y recibir. Pero sin presiones de ningún tipo. Que aporte buen rollo. Con confianza mutua. Con ilusión. Con pasión.

Si además os interesa probar cosas nuevas, entonces que sea kinky, es decir con sus fetiches, sus parafilias, sus prácticas específicas. Porque las maneras de gozar son múltiples y a veces uno mismo se limita a lo que conoce. Puede que por falta de imaginación, puede que por acomodarnos en aquello que ya sabemos y donde nos movemos bien. Es nuestra zona de confort sexual. Salir fuera de sus límites ayuda a descubrir otro mundo. Puede dar cierto respeto, incluso miedo y por ello se formulan mil excusas. Ese amante puede daros el empujoncito necesario para avanzar en la sexualidad. Sin olvidarnos de la independencia. La sexualidad está en nuestras manos y cada uno de nosotros somos responsables de nuestra vida sexual y de que sea satisfactoria. Simplemente podemos, en ciertos momentos, aprovechar para descubrirnos con un amante kinky.

A cambio, eso sí, hay que ofrecer lo mismo. El sexo es un juego de dos (o más) donde debemos combinar egoísmo y generosidad.

Aquí os lo dejo como idea. No es fácil encontrarlo. A todo esto hay que añadir ese factor tan subjetivo que es el feeling.

“¿Y tú qué?”, puede que penséis alguno. Yo no me lo planteo porque lo encontré hace años y con él he podido explorar mi yo más sensual. A veces que alguien te empuje viene bien. Pero, lo dicho, hay que escoger bien ese alguien y graduar juntos la fuerza del impulso. Luego, a disfrutarlo.

 

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