In Fetichismo

El filósofo griego Platón (427 – 347 A.C), en su obra «El Banquete», cuenta el mito del andrógino. En otro tiempo, las personas tenían forma redonda, unidas por la espalda con cuatro brazos, cuatro piernas y dos órganos sexuales, entre otros atributos. Eran, para que nos hagamos una idea, como dos personas unidas en un solo ser. «Eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo, y combatir con los dioses», cuenta Platón. Zeus, el jefe supremo, siguió la estrategia divide y vencerás, es decir, partió a los seres por la mitad, condenándolos a buscar siempre – y desesperadamente – esa otra parte que era también su yo y que unidas se completaban.

De tiempos de Platón (¡no ha llovido nada desde entonces!) viene el mito de la media naranja. Esa idea de que somos seres parciales y que hay, por ahí, esa otra parte que se amolda a nosotros perfectamente y nos completa. También viene la idea del anhelo por encontrar al otro y, una vez encontrado, el mito de que esa otra persona nos satisfará siempre, que no tendremos ojos para nadie más, que no desearemos a nadie más porque es nuestra insuperable otra mitad. Por lo tanto y por supuesto, se nos presupone absoluta fidelidad. Cosa lógica, claro está, ¿para qué queremos más?

A estas alturas de la vida sobra decir – creo – que todo esto es mito tras mito. No somos ni medias naranjas, ni seres incompletos ni tenemos un deseo exclusivo y excluyente. Pero, en cambio, la fidelidad sí me parece acertada. La fidelidad es, sin duda, una cualidad indispensable en todas las buenas relaciones.

¿Qué entendemos por fidelidad?

La fidelidad es ser leal y honesto con la persona o personas con la que mantenemos una relación. ¿Leal y honesto en qué? En lo que cada pareja acuerde. Ahí está la particularidad de cada relación.

Tradicionalmente basamos la fidelidad en la exclusividad sexual y sentimental, a veces, incluso, parece que el peor agravio que le puede hacer un cónyuge a otro es compartir cama con una tercera persona. Es decir, lo que se entiende por serle infiel, que algunos consideran mucho peor que ignorarse, no apoyarse en proyectos o vivir en un ambiente hostil.

En realidad, la fidelidad hace referencia a respetar los acuerdos que cada pareja hace. Por ejemplo, si deciden que pueden tener relaciones sentimentales con otras personas pero sin ocultarlo, la infidelidad se producirá si se esconde. Si pactamos que puede haber sexo con otras personas pero no enamoramiento, en el momento en que se ve un riesgo en este sentido, si queremos ser fieles, lo mejor sería cortar el contacto con el amante. O hablarlo con la pareja. Porque los pactos igual que se hacen, pueden evolucionar.

Muchas veces las parejas no se plantean cuáles son sus acuerdos. Seguimos el patrón clásico (de tiempos de Platón, ya sabéis) y se aceptan los planteamientos tradicionales sin hablarlos: si somos una pareja, nos debemos exclusividad genital y amorosa. Y lo peor es que puede que muchas veces esa pareja ni se haya planteado que no tiene por qué ser así. Digo lo peor porque no me parece en absoluto criticable que una pareja sea monógama, lo que me parece chocante es que lo sea por inercia.

¡Hablemos!

Nos falta mucha educación afectiva y de relación de pareja. Nadie nos enseña cómo relacionarnos sentimentalmente, vamos aprendiendo a base de experiencias (y muchas veces, de hostias). Una de las cosas que las parejas deberían hablar es sobre esos acuerdos, no incluirlos en la relación porque «así han de ser las relaciones». Y no hay que olvidar revisarlos porque las parejas, al igual que sus miembros, evolucionan. Es posible que tras hablarlo se llegue a la conclusión de que la exclusividad genital y sentimental es lo apropiado. Fantástico. Pero si no, hay otras posibilidades.

Poliamor, relación abierta, swinger…

Las posibilidades de relaciones son muchísimas, tantas como relaciones existan. Podemos ponerles las etiquetas como queramos pero si algo tienen en común las relaciones no monógamas bien entendidas es que la base de su éxito es, precisamente, la fidelidad a esos acuerdos, la honestidad de los planteamientos y el respeto a todas las personas participantes. Además, claro está, de permitirse tener relaciones sexo-afectivas con otras personas siempre de forma sincera entre los implicados.

 

La no monogamia no es mejor ni peor que la monogamia. Igual que el sexo oral no es mejor ni peor que el sexo anal. Depende de cada uno/a, de sus gustos y de con quién se practique.

Pero sea cual sea el tipo de relación que se tenga, no hay duda de que la fidelidad es una característica más que deseable. La fidelidad, no la exclusividad.

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Showing 5 comments
  • 365dniwobiektywielg
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    and love came out.

  • Lambertino
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    Pienso que en la pareja se ha impuesto hasta ahora la exclusividad por el miedo del varón a que la mujer quede embarazada de otro hombre y sea el primero el que deba hacerse cargo de alguien que no es hijo suyo.

    Además, aparte de los celos, en el hombre existe el miedo a que la mujer conozca otros muchos amantes, compare, y elija a otro.

    También está el tema de la sexualidad femenina, que está menos limitada que la del varón al poder ser multiorgásmica y no condicionada por el período refractario.

    Para mi, es muy excitante estar con una pareja femenina que puede disfrutar de su gran potencial sexual libremente. Me gusta ofrecerle exclusividad pero no exigírsela (sobre todo sabiendo que sus necesidades sexuales son mayores que las mías).

    • Arola Poch
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      Las explicaciones a la monogamia han venido tradicionalmente por cosas por las que comentas. Pero los tiempos han cambiado mucho ya… En cualquier caso, mi opción siempre es que cada uno escoja libremente pero sin caer en normas limitantes. ¡Gracias por tu comentario!

  • jlpueser
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    Me encanta leer todo lo que cuentas, Arola, siempre reflexiones «sensatas» y educativas. Un placer.

    • Arola Poch
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      Muchas gracias por leerme y por tu comentario. ¡Un saludo!

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