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semen

Juan, de 36 años, me comentaba en cierta ocasión que nunca había eyaculado en la boca tras una felación. Su mujer, Mónica, no quería ni oír hablar de ello. Hay bastantes mujeres que comparten la postura de Mónica y a las que la simple idea de que su pareja acabe en su boca o en alguna otra parte de su cuerpo les parece sumamente asquerosa. Pero nunca hay que generalizar y en el sexo tampoco, pues los gustos son variados y muy personales. Así que también puedo afirmar, sin riesgo a equivocarme, que hay mujeres a las que no les desagrada y, es más, les gusta recibir el semen de sus parejas.

Este fluido masculino es de color blancuzco (si adquiere una tonalidad rojiza o anaranjada puede ser síntoma de alguna enfermedad) y de textura algo viscosa. Su sabor puede variar, aunque solo levemente, en función de la alimentación. Las verduras frescas o los alimentos azucarados pueden darle un mejor sabor. Carnes rojas, espárragos, tabaco y alcohol pueden hacerlo más agrio y amargo.

Si el eyaculador está sano, su semen no conlleva ningún riesgo para la salud, incluso si se traga. Es más, numerosos estudios muestran las propiedades y beneficios de esta secreción: es un estupendo hidratante para la piel, tiene propiedades antioxidantes, de reducción de las arrugas y alivio en casos de acné, tiene efectos antidepresivos, contiene vitaminas C y B12, calcio, magnesio, fósforo, zinc, proteínas o sodio y no engorda.

El semen es una substancia controvertida que provoca amores y odios. Algunos lo consideran excitante y otros repulsivo. Bajo mi punto de vista, ambas posturas, pero especialmente la aversión, tienen un alto componente psicológico. De acuerdo que su textura puede resultar desagradable, pero su sabor no lo es especialmente. Es el hecho de saber qué substancia es y de dónde viene lo que provoca, en buena parte, el asco y el rechazo.

Entre los partidarios de esta substancia corporal hay quienes, incluso, han elaborado recetas de cocina con semen. El libro “Natural Harvest (Cosecha natural)“ de Fotie Photenhauer incluye un variado catálogo de entrantes, platos principales y postres. Podemos encontrar, entre otras, un café irlandés, salsa barbacoa, unas ostras o unos cacahuetes caramelizados. En todas las recetas se incluye el semen, un ingrediente que el cocinero considera “nutritivo, de sorprendente textura y con unas propiedades sorprendentes en la cocina. Además de barato y disponible en muchos hogares.” Cuando hablo del uso del semen en la cocina no puedo evitar recordar un ejemplo que me explicaron hace años sobre la importancia del contexto. Continuamente estamos tragando saliva, pero si nuestra propia saliva la ponemos en un vaso, seguro que nos costaría beberla.

El semen puede gustar o no, pero no hay que condenarlo antes de tiempo. En las relaciones sexuales puede ser un elemento muy excitante. Acabar en alguna parte del cuerpo puede resultar morboso para el emisor y también para el receptor. Para quienes gustan, eso sí, es recomendable que ciertas prácticas como eyacular en la boca o tragarlo se realicen solo con personas que sabemos con total seguridad que están sanas (por ejemplo, con un análisis de sangre en que se especifiquen las enfermedades de transmisión sexual). Y para quienes, como Mónica, no quieren ni oír hablar del tema, es también una opción perfectamente válida en la que, por supuesto, no cabe presión alguna. Se puede disfrutar del sexo de muchas maneras. Lo importante es acercarnos a él sin prejuicios que nos limiten.

 

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