Hace unos días vi a una madre explicando en Canal Sur que un juzgado de Algeciras había reconocido el cambio de nombre y género para su hijo, menor de edad, transexual. Se trata del primer caso en Andalucía. La noticia en sí está muy bien, pero lo que más me llamó la atención, y ha motivado que escriba este artículo, fue lo que comentó respecto al apoyo social que ha tenido David de sus compañeros, profesores y educadora social del instituto. Parece que, a pesar de todas las dificultades, el género real de David fue aceptado por su entorno (incluso, según comenta, antes lo supieron sus compañeros de instituto que su madre) y eso, por supuesto, es importantísimo. Pero muchas – demasiadas – noticias sobre transexuales no son precisamente positivas. El entorno social los señala y eso acaba como poco haciéndoles la vida más difícil y como mucho, en tragedia. Es el caso de Alan, de 17 años, que se quitó la vida la Nochebuena del año pasado incapaz de aguantar más acoso. Su madre manifestó en un periódico: “Mi hijo no se ha suicidado porque sí, ha sido víctima de un crimen social. Una cadena de gente se ha reído de él a lo largo de su vida”. Un reciente estudio dice que un 82% del colectivo transexual ha sufrido algún tipo de agresión física en su vida, un 31% se ha sentido discriminado en su trabajo y un 23% ha intentado quitarse la vida al menos una vez.
La transexualidad se produce cuando no coincide el sexo biológico de la persona con su identidad de género. Es decir, cuando alguien que tiene genitales masculinos se siente mujer y a la inversa. Es obvio que existe un conflicto interior, pero me parece aún más importante el problema que tiene la sociedad con ello. Quiero decir, la persona transexual es como es, una mujer con pene o un hombre con vulva, y para ella ésa es su realidad, su identidad, su normalidad. Somos los demás, la sociedad, quienes les señalamos y les decimos que eso no puede ser. A veces de una forma más explícita y violenta, otras de forma más sutil, quizás inconsciente pero también dañina. Una determinada mirada, un llamar a alguien “rarito”, un no tratar con alguien por ser diferente, un chiste aparentemente sin maldad… y a partir de aquí, hasta acciones más denunciables. Hay personas que pueden desarrollar sentimientos negativos hacia si mismos por lo que la sociedad les dice, no porque ellas se sientan necesariamente “enfermas”.
¿Qué es ser mujer o ser hombre? Llevo unos días reflexionando sobre ello. ¿Soy mujer porque tengo vulva? ¿Porque llevo el pelo largo? ¿Porque actúo como se espera de una mujer? Me parecen definiciones muy vagas y basadas en estereotipos pero, a la vez, no encuentro una forma más contundente de expresarlo. Quizás porque nuestra identidad en su totalidad, incluido el género, es algo que no se define por rasgos externos, sino por algo más subjetivo. Entonces, ¿quiénes somos los demás para decirle a alguien qué es sólo por tener unos determinados genitales?
El binomio hombre con pene / mujer con vulva se ha quedado corto para clasificar la diversidad. Hay numerosas realidades, dejemos que cada uno viva la suya. Y sobre todo no señalemos porque no somos quién para hacerlo. No solucionaremos así todas las dificultades que puedan tener las personas transexuales, pero seguro que algo mejorarán en inclusión, en tranquilidad, en aceptación. Y como sociedad un poco más abierta y tolerante, sí ganaremos todos mucho más.
Muy buen artículo, ojalá la sociedad abra los ojos, y sea más tolerante. Por cierto, escuché tu entrevista en RNE sobre el fetichismo de pies, y me gustó escuchar que también pusiste sobre la mesa el fetiche de ombligo, que, por ser muy poco común, no se suele hablar de ello. Gracias por la labor que haces para normalizar los fetiches. Un saludo!!!!
¡No me olvido de los ombligos! 😉 Gracias a ti por seguirme y por tus comentarios. Saludos!
La sociedad, por suerte está cambiando y olvidando tabúes perpetuados a lo largo del tiempo… no osbtante nos queda mucho camino por recorrer, pero que poco a poco se hará realidad.
«Hay numerosas realidades, dejemos que cada uno viva la suya.» me encanta esta frase. Bravo Arola.
Es la versión renovada del «vive y deja vivir» 😉 Gracias, bonita!!! Un beso
Con lo fácil que sería todo simplemente respetando a los demás, te guste o no su estilo de vida u opiniones. Pero no, nos encanta meternos donde no nos llaman e intentar imponer a los demás nuestra forma de ver la vida.
Como habéis dicho: Hakuna Matata.
Besicos
Exacto, nos encanta juzgar a los demás bajo nuestro prisma, como si fuera el único. En fin, sí, hakuna matata y gracias por tu comentario. MUACKS!!!
Me parece un tema fundamental que debería tener más presencia en el debate público porque la opresión de la sociedad a las personas transexuales y transgénero es brutal.
Respecto a la reflexión que haces al final sobre qué es lo que nos hace sentirnos o identificarnos con según que sexo/género, es algo que yo también me he preguntado muchas veces y esta pregunta me ha llevado a autores como Paul B. Preciado. Defiende que los conceptos hombre y mujer (y no me refiero sólo al género, también al sexo) son una construcción social y política que es necesario deconstruir para crear nuevas categorías que no produzcan opresión.
Independientemente de que se esté de acuerdo con esto o no, el caso es que el sistema lucha encarecidamente contra cualquier persona que haga frente a las categorías convencionales hombre/mujer y no le importa llevarse vidas por delante. Genial el artículo, un saludo 🙂
Gracias, Irene, por tu comentario. Estoy de acuerdo contigo que el modelo social afecta a la identidad de género y a la sexualidad. Y salirse del modelo es complicado. Pero poco a poco avanzaremos hacia nuevos modelos más tolerantes, más libres, más igualitarios. Espero… Un saludo!!!