María está casada con Javi y tienen dos hijos en común, niño y niña, mellizos. A su vez, mantiene una relación amorosa con Isa. Se conocieron y surgió la chispa entre ellas dos. Javi sabe de su relación y está feliz porque ve que María lo está. Compersión se llama esa sensación. Isa y Javi se conocen, se llevan bien pero no hay una relación amorosa entre ellos. Isa, tiene un amigo íntimo, con quién queda de vez en cuando, no tanto como ella querría porque Iván es pura anarquía. Pero lo han hablado, Iván ha sido claro respecto a lo que busca y ofrece. Isa, a pesar de todo, se siente bien así porque Iván le aporta una chispa de locura a su vida. María se ríe cuando Isa le cuenta sus locuras con Iván. Javi, ya siendo marido de María, fue pareja de Elena pero ya no están juntos. Ambas sabían de la existencia de la otra pero Elena no supo gestionar una relación así. Quería pero no podía. Siguen siendo buenos amigos y a veces, salen a cenar junto con María e Isa. En ocasiones, Elena hace de niñera de los mellizos, a los que adora (y ellos a ella).
Esto es poliamor. Simplificando, se llama así a cualquier tipo de relación no monógama, es decir, no convencional. ¿Por qué hay quién opta por salirse de la norma? Porque hay personas que no conciben que el amor sea exclusivo y que una única persona pueda aportarles todo al 100%, sino que opinan que las relaciones se construyen con diferentes personas que contribuyen con cosas diferentes, todas positivas y todas necesarias. Se diferencia de las parejas liberales o de las swingers en que éstas se limitan a abrir la relación a encuentros sexuales con otros (en diferente grado y situación). Si bien algunas clasificaciones incluyen estas relaciones con un objetivo más carnal (no en vano, se salen de lo convencional), habitualmente se entiende que las parejas poliamorosas están abiertas a relaciones emocionales (no solo físicas) con otras personas. Esto abre un mundo de posibilidades donde las combinaciones son múltiples pero que comparten una premisa: la situación es clara, transparente y honesta para todas las partes implicadas.
La gestión de las emociones es de los aspectos más complicados en las relaciones poliamorosas. Imaginemos que María, la de dos párrafos más arriba, lo deja con Isa. Obviamente se sentirá mal y será Javi, su marido, quién esté con ella para consolarla de ese “mal de amores”. O cuando Isa queda con Iván y algunos días más tarde sigue subida en la ola adrenalínica que le supone y se olvida de que María está también allí y no le dedica el tiempo suficiente. Tener varias relaciones implica darle a cada una lo que necesita. Cada relación requerirá diferentes tipos de atención y a distintos niveles, pero todas han de ser cuidadas. Aquí entra en juego, también, un factor importante: el tiempo, que es finito y tiene que llegar para todos los implicados (incluido uno mismo).
Cuando se intentan comprender otros tipos de relaciones, esas que huyen del concepto media naranja, hay que dejar de lado las ideas que tenemos de la pareja porque las relaciones poliamorosas no son la suma de varias relaciones de pareja convencionales. Es crear algo nuevo, que seguramente partirá de deconstruir las ideas preconcebidas que tenemos todos sobre qué es una relación de pareja y cómo ha de evolucionar. Pero… ¡cuánto cuesta quitarnos de la cabeza esas ideas que socialmente se nos han inculcado! Consciente o inconscientemente están ahí depositadas y a veces salen. Lo importante es saber detectarlas y entender que no todas las relaciones son iguales ni han de seguir la misma escalera.
Hablar, negociar y llegar a acuerdos
Las bases implícitas que sustentan una pareja convencional no funcionan en una relación no monógama. Con lo que todo ha de ser claro para que no hayan malentendidos. La comunicación es fundamental, como también lo es que cada uno manifieste su opinión sin ambages. Se tendrán que marcar unos límites: ¿qué se puede hacer? ¿con quién? ¿cuándo? ¿dónde?. Que haya apertura no significa que todo valga. Cada relación se construirá según unas pautas adaptadas y exclusivas. Y para que todo fluya bien, lo más positivo es ser sinceros con los demás y con uno mismo. Hay cosas que nos molestarán; podemos y debemos decirlas. A veces nos equivocaremos; somos humanos. A la primera persona que tenemos que querer y cuidar es a nosotros mismos. Y por ello, lo primero que tenemos que preguntarnos ante ésta y cualquier tipo de relación es “¿qué es lo que quiero?”. Recordad que la honestidad también debemos aplicarla a uno mismo.
¿El poliamor está de moda?
Leyendo ciertos artículos parece que optar por relaciones no convencionales está de moda. En algunos hasta se plantea como una opción “ideal” para las relaciones de parejas nuevas y modernas. Ni una cosa ni la otra.
Cómo llevar una relación no puede moverse por modas, como cuando te pones un pantalón estrecho, te quede mejor o peor, porque en las tiendas solo encuentras ese patrón. Las relaciones han de crearse por convicción, porque eso es lo que queremos, porque así entendemos que vamos a ser más felices. Hacerlo por moda nos conducirá directos al fracaso. Puede que nuestro modelo sea el poliamor; puede que sea la monogamia. Hay personas que, racionalmente, ven el poliamor como la mejor opción, pero luego no pueden llevarlo a cabo. Y habrá otras a las que una opción tan abierta no entre en absoluto en su esquema mental. No hay una opción ideal común para todos. Eso es lo que nos han querido inculcar durante años con la monogamia y el amor romántico. No deberíamos, ahora, hacer lo mismo con otras opciones.
Cuántas más personas implicadas, más cosas bonitas aportan (porque si no son bonitas, no valen la pena. Aplicable a cualquier pareja). Y cuántas más personas implicadas, más se enredan las relaciones. El poliamor es complicarse algo más la vida. ¿Por qué hay, entonces, quién opta por salirse de la norma? Porque es su manera de ser feliz.
You can easily lay down your heart so easily
No soy amigo de las etiquetas cuando se trata de sentimientos. De igual modo, definirlos conlleva el riesgo de acotarlos, y es evidente que intentar limitar los sentimientos es absurdo. Pero el artículo de Arola definiendo el poliamor me ha parecido excelente, explica con sencillez, nitidez y sin tomar partido, una forma de relacionarse que genera mucha confusión entre la gente que oye hablar de ella, sobre todo cuando escuchan la palabra «poliamor», que según mi experiencia genera mucho rechazo, y que una vez pronunciada, resulta casi inútil intentar explicar nada…
De hecho a mí sigue sin gustarme, precisamente por todo lo anterior. Recuerdo la primera vez que escuché esa palabra, fue allá por el 2010, me la dijo alguien después de explicarle cómo entendía yo las relaciones amorosas. «Ah, pues eso es «poliamor», me dijo. «¿Poliqué?» le contesté yo. Y así descubrí que había sido poliamoroso durante años, y yo sin saberlo…
Cuando hablo con la gente sobre este asunto, intento eludir en lo posible el usar la palabreja, me centro en explicar la idea de que el amor, la forma de amar, es algo que no admite definiciones ni se pueden levantar cercas. Una relación monógama puede ser tan sana como lo puede ser una que se sale de «la norma». Pero como la palabra está ahí, como ya es inevitable que se hable de poliamor, artículos como el de Arola son de agradecer.
Muchas gracias por tu comentario. Las palabras pueden ser muy útiles para definir una realidad, para visibilizarla y hacer comunidad. «Eso que me pasa no es tan «raro» tiene un nombre, existe, y hay más gente como yo». Otra cosa es que luego se utilicen mal esas etiquetas… Y sí, coincido contigo en que la toxicidad puede estar presente en cualquier tipo de relación. Lo dicho, gracias y ¡un saludo!