Si quieres excitar a alguien empieza por su cerebro. Y no me refiero a que es más importante seducir con la psique que con el físico – que también – si no a que el cerebro es el origen de la excitación. Es desde allí donde se envían las señales al resto del cuerpo al interpretar una situación como placentera.
No es difícil darnos cuenta de la importancia del cerebro en los asuntos sexuales. Por ejemplo, cuando fantaseamos con una situación que nos pone, nos excitamos o en determinados juegos sexuales, es fundamental crear un clima mental previo. Es más, en muchos casos si no hemos trabajado la parte psíquica, no conseguiremos una situación óptima para llegar a la física.
El cerebro es el encargado de ordenar la producción de sustancias bioquímicas llamadas neurotransmisores y neurohormonas que regulan la vida sexual. A través de los sentidos (vista, olfato, gusto, oído y tacto) llegan los estímulos al cerebro, éste los procesa como excitantes (en función de las experiencias previas, la educación, los intereses, los gustos) y da las oportunas señales al resto del cuerpo. Cuando el cerebro interpreta una señal como excitante, pone en marcha una descarga de feniletilamina que desata la pasión y es responsable de la excitación y de la producción de dopamina (neurotransmisor relacionado con el placer, la euforia y el deseo sexual). Este neurotransmisor es el responsable de que el sexo se pueda convertir en adictivo ya que las descargas de dopamina durante las relaciones íntimas hacen que nos sintamos bien, que olvidemos problemas y dolores y eso, engancha.
El cerebro juega, pues, un papel fundamental en el bienestar sexual y el placer, pero también lo hace en ciertos trastornos sexuales. Algunas patologías tienen un origen más psicológico que físico. Por ejemplo, la dificultad para alcanzar el orgasmo (tanto en hombres y en mujeres) si bien puede ser debida a causas físicas, es así en pocos casos. En la mayoría es por motivos psicológicos (cansancio, desamor, miedo, expectativas muy altas con la ejecución sexual, problemas de identidad sexual, experiencias traumáticas pasadas, miedo al embarazo…). Otros trastornos como el vaginismo en mujeres (contracciones involuntarias de las paredes vaginales que impiden o dificultan la entrada del pene en la vagina) o la eyaculación precoz o tardía en hombres pueden tener un origen psicológico.
Otro factor que también influye en nuestra sexualidad es el social y tiene que ver con la educación, las creencias religiosas y morales, los estereotipos, los mitos, los tabúes… generados socialmente. Todo esto está presente en nuestra mente durante las relaciones y pueden influir en las respuestas que el cerebro da a los estímulos. Por ejemplo, «el tamaño importa», «el hombre es el responsable del placer sexual», «hay que durar más para ser mejor» son falsas ideas socialmente construidas que pueden afectar a la sexualidad.
En definitiva, el cerebro, de forma muy particular en cada uno, da órdenes al resto de nuestro cuerpo, que experimentará una respuesta física que nos proporcionará placer. El sexo, al final, empieza en la mente. Ya lo dijo el psicólogo y sexólogo John Money (1921-2006),«el mayor y más potente órgano sexual no está entre las piernas de hombres y mujeres, sino detrás de las orejas».