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Si eres hombre y te atraen las mujeres, no hay duda, eres heterosexual. Si lo que te gustan son los hombres, entonces, homosexual. Pero si no es exactamente así, sino que tienes una ligera atracción hacía las personas de tu mismo sexo, eres heteroflexible o bicurioso. Si es a la inversa, es decir lo que predomina en ti es la atracción a personas de tu mismo sexo pero te llaman la atención los del opuesto, eres homoflexible. Ah, no, que te interesan hombres y mujeres por un igual, pues bisexual eres. Y si quieres huir de tantos nombres y simplemente decir que te agradan las personas, así en general, no te preocupes porque hay una etiqueta también para ti: pansexual.

Esto de clasificarnos y señalarnos parece innato en el ser humano. Etiquetamos constantemente por nuestra actitud, por lo que hacemos, por cómo actuamos… Y la sexualidad, que tanto nos preocupa sobre todo la ajena, no podía quedarse fuera. En seguida ponemos un nombre a una orientación, a una conducta, a una práctica y eso, en cierta manera, sirve para entenderla. Pero también para limitarla y simplificarla porque una etiqueta conlleva una descripción que muchas veces se queda corta ante la amplia variedad humana.

Las etiquetas, en lo sexual especialmente, pueden llevar asociadas estereotipos y prejuicios la mayoría de veces negativos. De acuerdo que es una forma de ordenar el mundo, pero también es una forma de señalarlo y de poner una carga (más o menos pesada) sobre los hombros del destacado. Porque no es lo mismo preguntarse a una misma “¿me gustan las chicas?” que “¿seré lesbiana?”. Se entiende que haya quien no quiera autodenominarse de cierta manera porque no se identifique con determinadas características impuestas a la marca.

En esto es importantísimo quién pone la etiqueta, si es uno mismo o si se la ponen. En el primer caso puede servir para reafirmarme, para incluirme en un grupo; en el segundo habitualmente no es para nada bueno. Entre otras cosas pueden crear inseguridad y rechazo.

Clasificar el mundo puede dar sensación de normalidad, de control. Y puede servir hasta cierto punto, pero es una falsa impresión porque la variabilidad acaba saliendo. Aunque el problema no está en la etiqueta, si no en creer que ésta lo es todo.

De todas maneras, quién no haya encasillado nunca, que tire la primera piedra. Es difícil no caer en prejuicios, porque la sociedad está organizada así. Lo preocupante es cuando las clasificaciones sirven más para enjuiciar y condenar que para entender, más para limitar que para incluir.

Las personas somos tan variables con tanto potencial para crecer y desarrollarnos (también en la sexualidad) que ninguna etiqueta puede definirnos y si lo hiciera sería meramente temporal. Así que no te permitas encasillarte, ni dejes que otros lo hagan.

Nota importante: Hace un tiempo escribí un artículo a favor de las etiquetas sexuales. Aquí os dejo el enlace: Bienvenidas las etiquetas eróticas: ya no eres ‘raro’. Casi todo tiene dos versiones y casi nada, una única verdad absoluta.

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Showing 0 comments
  • Gwen (@Mamanoleas)
    Responder

    De alguna manera tenemos la necesidad de etiquetar y etiquetarnos, supongo que para sentirnos parte de algo o poder conocer más a otras personas. A pesar de eso, huimos de las etiquetas porque no nos gusta que algo que hacemos o forma parte de nuestra vida defina todo nuestro ser. Creo que es una de esas cosas en las que Jeckyl y Mr. Hide estarían en su salsa, por eso de los polos opuestos… Etiqueta, no etiquetes, etiqueta, no etiquetes… xD

    Besotes.

    • Arola Poch
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      Totalmente. Las etiquetas pueden ser positivas e incluyentes o negativas y excluyentes. Dicotomías de la vida. Como en casi todo, depende del uso que se haga de ellas. Gracias por tu comentario! Un beso!!!

  • Maryasexora
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    Nos gustan las etiquetas porque nos ayudan a predecir los comportamientos de los demás y eso da seguridad: Como fulanito es de los «blancos», le gusta esto y eso y nunca va a hacer aquello otro… Y es que la incertidumbre es el peor enemigo del ser humano.
    El problema es que abusamos, y mucho, de las etiquetas. Lo queremos tener todo bien atado y lo único que conseguimos es simplicar las cosas, perdiendo u omitiendo la información que no nos interesa. Ese es el problema de las etiquetas.
    Como siempre, un magnífico post.
    Besicos.

    • Arola Poch
      Responder

      Cuando ayudan a clasificar, a incluir a definir las etiquetas son buenas. Pero si las usamos para señalar, juzgar y excluir pues ya dejan de serlo. Y como dices, las etiquetas simplifican y ese es otro de sus problemas, que encasillan. Pero, vamos, que bienvenidas sean las etiquetas bien usadas. Como siempre, muchas gracias por tu comentario. Besos!!!

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