Hace unas semanas, en una reunión social, escuché atentamente una conversación entre un grupo de mujeres donde cada una se preciaba de ser multiorgásmica y de poco menos que anegar la habitación con su squirt (1). No es la primera vez que oigo o leo comentarios de este tipo, donde parece que las mujeres heredamos el «yo la tengo más grande» masculino. ¿Hasta qué punto estamos enfocando bien la nueva sexualidad? Si antes pecábamos por defecto, ¿vamos a hacerlo ahora por exceso?. «En el término medio está la virtud» dijo Aristóteles. Los clásicos nunca fallan.
No dudo en absoluto de la capacidad multiorgásmica ni eyaculatoria de algunas mujeres, aplaudo la apertura que supone hablar de sexo con normalidad y me sienta bien la libertad que respiro cuando en un bar cualquiera hablamos de sexo sin preocuparnos de los oídos de las mesas colindantes. Pero también me hace pensar que tanta euforia sexual puede provocar frustraciones. Hay mujeres que, satisfechas con su vida sexual, me han consultado, preocupadas, porque no encontraban su punto G. ¿Y qué? No todas las mujeres son multiorgásmicas, ni todas hacen squirts cual géiser islandés, ni toda experiencia sexual te transporta a otra dimensión. Tranquilas, pues, si respecto a orgasmos, alguna vez habéis tenido uno o ninguno.
Los medios, las noticias, las redes sociales… tampoco ayudan demasiado. Hay informaciones muy buenas pero abundan los artículos sobre la práctica sexual que te dejará extasiado o las cosas que has de hacer si quieres tener una sexualidad de 10. O relatos de experiencias sexuales que elevan a sus protagonistas al cielo más alejado. Entonces pienso, «pues en mi caso no fue para tanto. ¿Debo repetirlo? ¿Qué no hice bien?» Puede que sí lo hiciera bien, es simplemente que no toda experiencia es igual para todos. No podemos estandarizar el sexo. Otras veces también dudo sobre si la práctica fue tan épica o lo es simplemente la narración.
Es cool estar liberado sexualmente. Pero, ¿qué implica eso realmente? Para mi, es simplemente un estado de satisfacción personal, en el que somos conscientes de nuestra sexualidad y sus posibilidades, de sus logros y sus carencias. Aparte de eso, no creo que implique nada más. Alguien abierto de mente respecto a lo sexual no tiene por qué ser bisexual, practicar sexo anal, gustarle que se corran en su boca, tener algún fetiche o saber de primera mano lo que es el shibari. Por poner solo algunos ejemplos. Ni necesariamente conlleva explicar la vida de uno. Es divertido hablar de sexo, pero no contar la última vez que me corrí ocho veces seguidas no significa que esté reprimida. Y, por cierto, tan moderno me parece practicar una sexualidad alternativa como no hacerlo. No comparto las modas en el sexo.
La vida es descubrir cosas nuevas. El sexo es vida. La conclusión es fácil. Estoy a favor de tener inquietudes y conocernos más y mejor, pero sin presionarnos ni compararnos. No se trata de una competición sino de una necesidad propia de autodescubrimiento, de sentirnos bien con nosotros mismos. Al fin y al cabo, la satisfacción sexual es un estado personal de bienestar físico, mental y social. La base de una sexualidad libre, sana y sin complejos.
Sin complejos.
(1) Asumo el riesgo de que no me inviten a más reuniones sociales.
Asume ese riesgo con orgullo porque la realidad que describes merece ser sacada a la luz tal como haces y no estar al rededor de personas cuyos comentarios nacen de una apariencia que pide a gritos aceptación, o el yo más.
He escuchado conversaciones de grupos de mujeres que cuando se juntan dan pena y miedo. No se si es el hecho de sentirse protegidas de manera grupal, pero resultan irreconocibles. Viajar en avión, en tren o autobús, y tener que escuchar ciertas conversaciones de manera involuntaria ha llegado a erizarme el pelo.
Agradezco y valoro tus palabras porque sencillamente son cosas que hay que hacer conscientes ya que parece que este mundo empieza a comportarse de manera contraria, inconsciente y bajo el velo de la maldita careta de la hipocresía y la apariencia.
Gracias por tocar el tema y estas invitada a cualquier reunión a la que yo también haga acto de presencia. Un abrazo.
Gracias por tu comentario. ¡Nos vemos en alguna reunión! 😉
Muy buen artículo, y lo suscribo completamente. Hago hincapié en eso de que ser abierto de mente sexualmente no significa conocerlo todo, haberlo probado y que encima nos encante; me molesta que mucha gente dé por sentado que somos como catálogos de sexo y nos hacemos a cualquier cosa por el simple hecho de comprenderlo y respetarlo…
Si compartimos nuestras experiencias que sea por el echo de compartir, no por presumir de que somos más que otra persona porque mojamos más o gritamos menos… Besotes.
Gracias por tu comentario, Gwen. Por supuesto estoy de acuerdo en hablar y compartir sobre sexo (¡faltaría más!) pero hay tonos y tonos. 😉 ¡Un beso!
Buen artículo que suscribo enteramente. Ocurre que cuando hablas abiertamente de sexo como un tema más (así debe ser) corres ese riesgo y depende más de cada uno/a y de la cultura personal que se tenga y si competir lo tenemos asumido como parte de nosotros entonces hay que dar por hecho que lo somos en todo y compararnos es algo que viene solo porque así actuamos en nuestro día a día.
En vez de eso como nosotros somos la sociedad, tenemos la oportunidad de mostrar a todas esas personas que se comparan y que en algunos casos hablan de sus maravillas en el sexo, de mostrarles que no por ello son mejores ya que son distintas a otras y a su vez a esas otras que quizás se ven peor, que el sexo son muchas actividades y que se puede aprender a ser mejor como algo que nos haga más felices a nosotros y a nuestras parejas sean del tipo que sean.
Personalmente si con alguien he de competir para mejorar (y hablo de sexo ya que es el asunto del blog) es conmigo mismo y no con otras personas que tienen unas características diferentes a las mías así de simple.
Saludos
Muy de acuerdo. Pero somos muy de por la boca muere el pez. Gracias por tu comentario. ¡Un saludo!
¡Cuánta sabiduría… se lee en tus palabras!
El sexo debe ser como un nuevo amanecer, una experiencia por descubrir, un «orgasmo» para los sentidos por experimentar… (de acuerdo a la prioridad de cada un@ en cuanto al gusto, a la vista, el olfato, el tacto; en sus muchas variantes en lo que se refiere al número, la intensidad, el dónde, el cómo, el cuándo y, ¿cómo no?, el con quién/es…? Pero la luz del alba depende no sólo de los ojos con que se mire, también del momento, del lugar… la claridad llega de distinta manera al madrugador/a, a diferentes horas (la cima de la montaña es sorprendida por el rayo de sol antes que el profundo valle), el astro irradia e ilumina de diferentes maneras (incluso por medio del reflejo en rocas o agua), pero al final, el día se impone y nos alcanza a tod@s de una manera u otra.
Y entonces surge quien disfruta exponiendo su piel al sol, otr@s simplemente se queman, otr@s se cubren y protegen con gafas de sol… (que espero les permita descubrir tanta belleza) y algun@s simplemente no disfrutan «madrugando para ver salir el sol» (Libre y respetuosa elección).
Pues bien, no tod@s debemos verlo, sentirlo, vivirlo de igual modo, he ahí la verdadera grandeza de la libertad de expresión SEXUAL, poder describir esos momentos con la máxima naturalidad de cada un@ (respetando a nuestr@s oyentes más sensibles que no disfrutan de la vulgaridad, defendible en ambos casos), debería ser nuestro propio documental al más puro estilo National Geographic.
Pd: No sólo existen fieros leones y tiernas gacelas, también plácidos perezosos, rapaces malabaristas y fríos y escurridizos reptiles… tod@s ell@s maravillos@s. ¡Tengo curiosidad por dialogar con naturalidad y auténtica libertad acerca de la riqueza que supone convivir con toda esa fauna tan diferente!, sin referencia a su envergadura…
Besos y mil gracias.